lunes, 1 de diciembre de 2014

QUERIDO SERRAT








Dentro de poco tiempo Serrat cumplirá 50 años en el mundo musical, de esos 50, por lo menos, hace  45  que lo conozco y lo sigo, ya que  soy de una fidelidad perruna. Lo mío fue un amor a primera vista, fueron sus Paraules d´amor cantadas en una lengua que apenas conocía, pero que me sonaba bien, las que me enamoraron, así como después, conocería a Lluis Llach,  Raimon y María del Mar Bonet, otras voces disidentes  en aquellos represivos años del franquismo. Apenas con 16 años, recién salida del colegio de monjas y de vuelta a Madrid, adolescente y desubicada, para rizar más rizo, me encontraba con nuevos amigos y amigas en aquel barrio del norte de Madrid, donde mis padres maestros nacionales, y después de haber recorrido media España fueron a ubicarse. En un tocadiscos y con mucho cuidado al ponerlos, oía los discos de 45 que me prestaban de Serrat. Como él, sentía que hablaba otro idioma y me relacionaba de distinta manera que los muchachos de mi edad. Me gustaba mucho  leer, el cine y estar rodeada de mayores que yo, sus conversaciones me parecían más interesantes, más sustanciosas. Una de las épocas más solitarias de la persona es la adolescencia, en la que buscas desesperadamente espejos donde mirarte y encontrar  una imagen que se parezca lo más posible a lo que estas buscando. En aquella sociedad pacata y de doble discurso, era difícil encontrar un ideal a seguir. Su música llenaba esos vacíos y soledades, acompañando silencios.




En el 69 vino el disco  de  poemas de Machado, mi poeta favorito, valorando el mundo de las pequeñas cosas, cotidianas y amables con el que me identificaba plenamente, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo en crecer juntos, él como maestro, mostrándome esa otra parte del mundo en las que me sentía todo y parte. Mediterráneo, el lugar donde habíamos nacido, me hizo sentir y comprender lo que había significado para la cultura: como el  origen del negro riguroso de nuestras mujeres viudas, el gusto por la comida y el buen vino, el amor al sol y la conversación entre amigos; el juego al escondite con  la muerte. En los años 80 los dos encontramos que El Sur también existe, que el mundo es grande y uno se puede ahogar si siempre permaneces en la misma orilla. A comienzos del nuevo siglo, fueron  las canciones compartidas con los amigos, Sabina y Serrat, andaluz y catalán,  sacando la parte más golfa de ambos, como dos adolescentes escapados,  felices e indocumentados.



 Para Serrat, el mundo  siempre fue demasiado grande y diverso,  nunca quiso encerrarse en localismos reduccionistas, quiso siempre a su tierra, sus raíces las lleva con él, pero sin renunciar por ello a compartir con otras voces y otros tierras.



Ahora en el último disco que celebra sus  50 años en la música,  Antología desordenada, comparte la mitad de las canciones con amigos de toda la vida y gente joven que se incorpora recién al camino.  La otra mitad, se la reserva como un buen vino que guardamos para las fechas especiales. Así de esta manera, agradece a la vida que le ha dado tanto, como cantaba su amiga Mercedes Sosa…



Imágenes tomadas de la Red
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