martes, 20 de mayo de 2014

ALGUNAS PERLAS DE MONTAIGNE




 Mucho me agradaría tener un conocimiento más perfecto de las cosas, mas no quiero comprarlo a cualquier precio. Mi proyecto es pasar dulcemente y no laboriosamente lo que me queda de vida. No hay por lo que quiera romperme la cabeza, ni siquiera por el saber, cualquiera que sea su labor. En los libros sólo busco deleitarme mediante sano entretenimiento; o si estudio, sólo busco con ello el saber que trata del conocimiento de mi mismo y que puede instruirme para bien morir y bien vivir.

No me muerdo las uñas si hallo dificultades al leer; ahí las dejo, tras haberlas incado el diente dos o tres veces. Si en ellas me emperrara, me perdería y también perdería el tiempo: pues tengo una mente primaria. Lo que no veo de entrada, menos lo veo obstinándome en ello. Nada hago sin alegría; y el esfuerzo excesivo me obnubila el entendimiento, me lo entristece y me lo cansa.

Digo libremente mi parecer sobre todas las cosas, incluso sobre aquellas que quizás se salen de mi inteligencia, que en modo alguno considero que pertenecen a mi jurisdicción. Lo que opino de ellas revela la medida de mi vista y no la medida de las cosas.




De los Libros, perteneciente a los Ensayos publicados en 1595.

Michel de la Montaigne (1533-1592), escritor, filósofo y humanista francés. Se le considera el padre del género ensayístico, al cual dedicó gran parte de su tiempo y sus energías. Retirado de la vida pública, se instaló en su castillo de Montaigne, cerca de Burdeos, donde se dedicó a escribir lo que él consideraba una escritura exenta de artificios, donde se mostraba como era y lo que pensaba, expresando su crítica hacía la cultura,  la religión y la política de su época. Su premisa era “describir al hombre y, en particular a mí mismo” por medio de un lenguaje claro y preciso, al alcance del hombre de su tiempo.

Imágenes tomadas de Internet.
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