lunes, 1 de abril de 2013

"FEMINISTAS", CUANDO EL HOMBRE APUESTA Y APOYA EL TALENTO DE LA MUJER



Virginia Woolf



A propósito de la conmemoración el 8 de Marzo, del Día Internacional de la mujer, el periódico La Vanguardia, publicó una reseña sobre la escritora María de los Ángeles Cabré. El tema, los hombres que, como raras avis, habían apoyado con su estímulo y aliento a las mujeres que tomaron la decisión de escribir, pintar, componer música,etc,en el difícil y tradicional espacio masculino del arte.

 Esposos, amantes, amigos, hermanos, padres o hijos, figuras de hombres que con su aliento permanecieron al lado, apostando por la igualdad de la mujer y su derecho a expresarse libremente. Virginia Woolf en su ensayo “Un cuarto propio”, imaginaba que hubiera sido de una hipotética hermana de Shakespeare, si hubiera tenido el don de su talentoso hermano, ¿hubiera podido desarrollarlo? Con seguridad, no.
 Linda Nochlin, la crítica de arte feminista, apunta “ los hombres exigen no solo sumisión sino también afecto incondicional”, mientras que las mujeres están acostumbradas a caminar en soledad y pagar un alto precio cuando se elige un camino distinto al designado por la cultura patriarcal.





 A Platón le debemos que invitara a su famoso Banquete a Diotima, mujer a la que consideraba capaz de enseñar tanto a hombres como a mujeres el arte de amar. Mediadora entre los dioses y los hombres, le explica a Platón la importancia trascendental de Eros en la vida de los mortales. En su academia también tuvieron cabida mujeres como Lastenia de Mantinea y Axiotea Flisiaca, ávidas de saber y lo suficientemente aguerridas, para compartir ese mundo de exclusividad masculina de ciencia y filosofía. También Aristofanes, en su Asamblea de mujeres, plantea un gobierno liderado por estas, ya que los hombres han sido incapaces de resolver los problemas que acosan al habitante de la polis. Célebre por sus comedias, de las que se vale para poner en entredicho las leyes y hacer pensar al pueblo preocupado por la guerra del Peloponeso, les da a las mujeres, un voto de confianza y apuesta por su buen hacer. 

Leonard y Virginia Woolf


Ya en pleno siglo XVI, Montaigne, un hombre reflexivo y penetrante observador de las contradicciones humanas, no duda en animar a escribir a la joven alumna María de Gournay, nombrándola después editora de sus memorias, aunque con esto cause no pocas habladurías en su contra, y el desprecio hacia la joven por parte de la sociedad de su época.

 A Virginia Woolf, le debemos la creación del “cuarto propio”, y a su esposo Leonard Woolf que le diera su apoyo y su amor incondicional, para que Virginia pudiera desarrollar su carrera de escritora, a pesar de su precario equilibrio mental y en tiempos de entre guerras. Cuando su esposa empezó sufrir crisis agudas de depresión, Leonard dejó su propia carrera de escritor y junto a Virginia compraron una pequeña imprenta manual que, con el tiempo se convertiría en la influyente editorial Hogarth Press, donde se publicó entre otros, a T S Eliot y tradujo a escritores como Rilke, Freud, H.G.Wells. En una carta fechada el mismo día en que Virginia se suicidó, escribe a su esposo: “Quiero decirte… todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tú. No queda nada en mí salvo la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido”.

 Mientras escribo sobre los Woolf, me viene al recuerdo y como antítesis de estos, Zenobia de Camprubí y Juan Ramón Jimenez, a quien el poeta vivió cortándole las alas como mujer y escritora, mientras él estiraba las suyas por el mundo , o el caso de Camille Claudel y el escultor Rodin, después de lograr entrar en el estudio del escultor, gracias a su hermano Paul, con la oposición de sus padres y familiares, Rodin, aunque valoraba su habilidad creadora, siempre procuraba tenerla opacada, temeroso de su talento.La obra de Camille no fue reconocida hasta bien entrado el siglo XX.



Emily  Dickinson


 A pesar del encierro escogido por la poeta Emily Dickinson y de su peculiar forma de ver la vida, siempre encontró apoyo en su familia. Su padre, el juez Dickinson, severo y de firmes convicciones religiosas y políticas, alentaba a Emily, reconocía su talento y la dejaba hacer, aunque él no entendiera mucho a esa hija tan especial que su dios le había enviado. Su madre siempre la cobijó con su cariño y el cuidado de su frágil salud, y sus hermanos, fueron cómplices muchas veces, de proporcionarle el material para sus escritos, acompañarla a los pocos viajes que hizo fuera de Amherst, y asegurarse, una vez que faltaron los padres, de que Emily tuviera todo lo necesario, tanto en el cuidado de su frágil salud, como preservar y dar a conocer sus maravillosos poemas.

Susan Sontag y su hijo David Rieff


 Un hijo que rompió moldes fue David Rieff. Desde pequeño admiró a su madre Susan Sontag, a pesar de que no debió ser fácil vivir a la sombra de una personalidad tan fuerte y arrolladora, como la de esta escritora norteamericana. Cuando en el año 2004 le informaron que su madre padecía de cáncer por tercera vez en su vida, permaneció a su lado, ayudando y acompañándola durante todo el proceso, apartando su propia carrera de crítico y periodista, más tarde,describiría en su ensayo, “Nadando en un mar de muerte” la enfermedad de su madre.


John Stuart Mill y Harriet Taylor

 Otro gran luchador por la dignidad de la mujer, fue el economista y filosofo británico, John Stuart Mill. Cuando conoció a Harriet Taylor en 1830, tenían ambos 20 años y ella estaba casada. De inmediato se sintieron unidos por el mismo pensamiento político-liberal y asumir la lucha por los derechos de la mujer como una razón de vida. Mantuvieron una fructífera relación de amistad y colaboración filosófica escribiendo “El sometimiento de la mujer”. Ambos compartían la idea de extender la educación formal para la mujer, y la igualdad del derecho al sufragio, la propiedad y la herencia. En 1859, un año después de la muerte de Harriet, Mills, escribió “Sobre la libertad” y en su dedicatoria escribió: “Dedico esta obra a la recordada y llorada memoria de aquella que fue la inspiradora y, en parte, autora de lo mejor de mis escritos. A la amiga y esposa, cuyo excelso sentido de la verdad y de la justicia fueron mi mayor acicate, y cuya aprobación constituyó el mejor de los reconocimientos. Al igual que todo lo escrito durante muchos años, este libro es tanto de ella como mío”.

Imágenes tomadas de la red
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