miércoles, 29 de febrero de 2012

LA HORA PELIGROSA

Obra de Oswaldo Guayasamin


Clarice Lispector escribió un cuento hermoso que se llama Amor. Es la historia de Ana una mujer madura, común y corriente, que ejerce el oficio del cuidado de la casa, de los hijos, del marido, comida, ropa, cuidados médicos, etc. Dedicación a tiempo completo. Bajo su sombra todo crece y se desarrolla menos ella. Su día a día es un ir y venir de mandados, arreglos y atención de solicitudes ajenas y olvido de las propias.
La vida de Ana pareciera programada culturalmente por una instancia superior. Todo parece transcurrir con el sosiego adormecedor de la monotonía. Todo parece estar bajo control, siempre y cuando no haya un tiempo y un espacio para detenerse y pensar; mientras la vida no la nombre ni le pida cuentas. Vida elegida por ella donde reposa el peligro y el vértigo de vivir.
Una tarde, en un paseo fuera de la casa, un hecho banal y fortuito, produce una ruptura en su tejido de araña, por que a veces y solo a veces , un murmullo, una voz fuera del tono habitual, un hecho simple basta para despertar los sentidos a la vida y comenzar a percibir el palpito de esta.
Pero ese despertar es ligero, no hace mella, ni sombra, y al final la rutina como un río que crece reclama su fuerza y su cauce. Otras veces, ocurre lo que Clarice llama la hora peligrosa, en ese encuentro consigo mismo, sin distracciones, sin olvidos; en un tiempo en que se reúnen las fuerzas necesarias por que se presiente el fondo y las aguas se han vuelto inesperadamente nítidas.
En la hora peligrosa, el miedo a la libertad de elección acecha en forma de sueño y presagio. Quizás un día, y en esa hora peligrosa, Clarice Lispector agarró un lápiz y comenzó a escribir.

domingo, 19 de febrero de 2012

LAS MUJERES DEL QUIJOTE.



De niños, descubrimos en las lecturas del Quijote, que había hombres soñadores, capaces de llevar golpes y dejarse la piel por seguir sus ideales, y eso nos llenaba de asombro disparando la imaginación. En la medida que pasaba el tiempo, fueron cambiando las lecturas, y comprendimos que si no se tenia conciencia del mundo en que se habitaba, seria muy difícil decir algo sobre él, interpretarlo y después, tratar de cambiar todo aquello con lo que no se estaba de acuerdo. Por eso el Quijote es la historia de un sueño y de su soñante. Entre sus páginas habitan todos los personajes representativos del mundo real, Antonio Muñoz Molina, la llamó “la novela de la vida” donde todos, entre sueños y vigilias nos vimos reflejados alguna vez.

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En él, Cervantes quiso representar a la mujer, no con la dicotomía propia de esa época: el ángel o demonio, María madre de Jesús o Magdalena pecadora, sino que amplió el espectro para humanizarla convirtiéndola en un ser real, de apetencias y carnalidades, espiritualidad y belleza; aciertos y frustraciones. Lógicamente condicionado por su época, valora la castidad y el buen nombre de la mujer por encima de otras cualidades, pero no lo limita a la hora de estimarlas.
Cervantes tuvo tres hermanas y una madre, Leonor de Cortinas, activa y de firme carácter, que no dudó un momento en hacerse pasar por viuda y comparecer numerosas veces, ante el Consejo de la Cruzada, para gestionar y conseguir un préstamo para liberar a sus hijos Miguel y Rodrigo, presos en una cárcel de Argel.




Entre la galería de mujeres que tienen voz aparece Marcela, hija de señores, y criada con mimo por un tío sacerdote a la muerte de sus padres. Tiene fortuna y belleza, y una honradez probada, por lo que es pretendida por todo tipo de hombres, desde el señor al labriego que le ofrecen nombre y protección. Pero Marcela, decide hacerse pastora, y no tener mas limite y dueño que la naturaleza por la que campea libre y con mucha lógica, y buena palabra, defiende su soltería ante los que se le acercan asombrados de su decisión.

Maritornes, asturiana, (que es lo mismo que decir limpieza de sangre), mujer de firmes convicciones, trabaja en la venta y es maltratada por su dueño a la que considera prácticamente una ramera. Desinhibida y de mente clara para saber lo que buscan los hombres en ella, cumplidora por demás, otorga favores con alegría y sin mayores remilgos “Y cuéntese de esta buena moza que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese”. Maneja y disfruta su vida con los recursos que posee, se burla de don Quijote, de sus finas e inentendibles palabras, de sus delirios de grandeza, pero al mismo tiempo, cuando don Quijote llega a la venta todo maltrecho y molido a golpes, es la única que le cura amorosamente sus heridas.



Teresa Cascajo, mas conocida Teresa Panza, por su marido Sancho, mujer de sabiduría popular, pragmática en sus decisiones, por qué alguien tiene que tener los pies en la tierra después de que Sancho se decidiera a seguir al hidalgo y desaparecer por largas temporadas, quedando todo y todos bajo el cuidado de Teresa. Ella representa el amor carnal, de preocupaciones reales y concretas, la cotidianidad exenta de artificios.
Es, de las que cree aquello de “la mujer honrada, la pierna quebrada y en casa, y la doncella honesta el hacer algo es su fiesta”. En el tiempo que comparte con su marido, le habla de sus preocupaciones por casar bien a Mari Sancha con un mozo que esté a su altura, y de que Sanchico ha cumplido los quince años, y es hora de ir a la escuela o que se valla buscando la vida.
Teresa a pesar de no entender a Sancho, le deja hacer porque confía en el, y a veces, se suma a las ensoñaciones del marido, buscando también, una salida a su dura realidad.

Dulcinea del Toboso, mujer que solo existe en la imaginación de Don Alonso de Quijano. Es la encarnación del amor platónico, el amor que se da en soledad; el amor de ida sin vuelta. Creada totalmente en la imaginación del caballero, construida a la medida de sus necesidades, la dama-musa, dará sentido a sus hazañas, ocupando un vacío afectivo y rellenando los espacios en blanco de su vida.
Dulcinea será la dueña de sus pensamientos, logrando que la ficción suplante a la realidad, es el amor que nutre al hidalgo porque es la sumatoria de sus ideales, y sacia su espíritu siempre ávido de lo inalcanzable, como corresponde aun romántico y a un caballero. Hasta el mismo Sancho cae en su juego, cuando Don Alonso le pregunta si le entregó su carta a Dulcinea, Sancho inventa y le complace con sus palabras, como el compañero fiel, que ha compartido penas y soledades, prefiere no despertarle del sueño amoroso en el que cree que debe permanecer un hidalgo caballero.



Las mujeres del Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra.
Editorial MAXTOR. Madrid 2004. Edición Facsímil.

Imágenes, Dmitri Yakovin tomadas del blog elBaúl que no tenía mi aBuela.

lunes, 13 de febrero de 2012

EL OTRO BRASIL




La primera vez que oí la canción "Construcción" de Chico Buarque fue en los 70. Me sorprendió la cadencia casi susurrante de una voz, donde se deslizaban las duras y poéticas imágenes con las que relata la historia de un día, de un hombre en medio de una multitud anónima. Una historia cotidiana de las tantas que reseñan los periódicos de cualquier ciudad. La cara menos amable de un país que se esfuerza en no mostrar, todo lo que no sea samba, fútbol y carnaval.

La generación de los 60 en Brasil, estuvo determinada por la dictadura militar, y es entonces, cuando surgen músicos como Chico Buarque, Caetano Veloso, Vinicius de Moraes que dan voz y presencia a las clases marginales, a los perdedores oficiales.
Mientras en el país se consolida el proceso de industrialización, las migraciones del campo hacia la ciudad conforman una nueva realidad. Aparecen en los montes que circundan las ciudades, una nueva flora y fauna que se va extendiendo y echando raíces. La marginalidad, los que integran las clases D y E en las encuestas, y sólo son tomados en cuenta en las campañas pre-electorales cada x numero de años. Pertenecen al rebaño más numeroso de todos los que pueblan la ciudad; su mansedumbre desconcierta y asusta. Alejados de los centros urbanos, desde alturas privilegiadas, dominan visualmente la ciudad a la que no tienen acceso, si no como mano de obra barata y masiva. Cuando bajan a la ciudad se pierden como los demás, entre una multitud que esta conformada por la sumatoria de todas las soledades. Son generalmente la carne de cañón con que se nutren las últimas páginas de los periódicos.





Saben con seguridad que sus expectativas de vida serán menores que la de sus conciudadanos; la violencia y el olvido se los llevará antes. Por eso apuran los días y las noches. Es la otra cara de la ciudad que pocas veces vemos en las telenovelas, suerte de espejos de la sociedad donde Brasil siempre supo vender su imagen. En ellas, nos muestran ciudades con trazados perfectos y ordenados, pueblos pintorescos y graciosos, hermosos paseos marítimos; personajes emblemáticos, amistosos. Las diferencias de clases la resuelven parcializándose con el débil y ridiculizando al rico.

Fue con el “cinema novo” que supimos por primera vez de los “sin-tierra” y de las luchas fratricidas en el interior del inmenso país. Al cineasta Glauber Rocha, durante los años de la dictadura, le confiscaron todas las copias de “Dios y el Diablo”, sólo pudo salvar una que presentó en Cannes, donde ganó ese año un premio. Cada sociedad crea su propio estereotipo y luego son las otras, las que se encargan de difundirlo y perpetuarlo ante los demás.






Así hablar de Brasil en los 40, era hablar de Carmen Miranda, con una piña en la cabeza sonriendo picaronamente ante un publico entusiasmado. Imagen creada por Hollywood, la mayor fábrica de estereotipos de occidente. Años más tarde seria el fútbol el que haría visible a Brasil en el mundo. Pelé, fue el mejor exponente de ese universo de favelas y villas miserias, donde se sueña con patear el mundo representado por un balón. Por el Maracaná han pasado desde hace muchos años hombres convertidos en estrellas fugaces, que más tarde, terminan muy bien pagados formando parte de las ligas nacionales de otros países.





Universo frágil y con fecha de caducidad que imponen los comités de selección de los equipos convertidos en transnacionales del deporte y la diversión.
 Todos los años en Febrero o Marzo, entre calores húmedos llega el Carnaval, la gran catarsis colectiva, a una ciudad acorralada entre el mar y la montaña. Río abre un paréntesis luminoso de 7 días y 7 noches de un perfecto sincronismo con los sueños, y lo no real. Después, continúan los 358 días restantes con los que hay que seguir viviendo, subir a la construcción como si fuese maquina, erguir en la planta cuatro paredes sólidas, ladrillo con ladrillo en un diseño mágico….....
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